Tolerancia a la Frustración

La tolerancia a la frustración hace referencia al conjunto de capacidades que nos permiten soportar displaceres y otras situaciones incómodas, tales como el estrés, el dolor, el sufrimiento o el fracaso.
Es una cualidad que pese a su importancia no está recibiendo la atención que demanda, puesto que la sociedad se empeña en crear únicamente seres exitosos (en falso y a costa de negar el fracaso) y donde las demandas son satisfechas de forma inmediata.
A largo plazo, este déficit de tolerancia a la frustración puede llevar a problemas mentales más graves como el síndrome del trabajador quemado, depresión, ansiedad o a trastornos de la conducta o la personalidad, incluida una mayor facilidad para caer en adicciones.
Primero de todo definamos correctamente lo que es la FRUSTRACIÓN: el conjunto de emociones y sensaciones negativas, no aprendidas, que aparecen ante una situación real muy diferente a la imaginada, donde hay pérdida de reforzadores positivos, retraso en su obtención o impedimento en su consecución.
A su vez TOLERANCIA se define como la cualidad de quien puede aguantar, soportar o aceptar.
Por lo que Tolerancia a la frustración indicaría la capacidad de resistir, aguantar o aceptar esas emociones y sensaciones negativas permitiendo que el individuo continúe con su vida de la forma más llevadera posible.
Las características más asociadas a personas con un bajo nivel de tolerancia a la frustración son un elevado número de creencias irracionales y dogmáticas, poca o nula capacidad de adaptación a los cambios, un elevado nivel de impulsividad y menor orientación a la acción (y más al resultado).
Las respuestas más asociadas a la frustración son similares a las del estrés, el miedo y la sorpresa. La tristeza, el desánimo, la irritabilidad o la excitación (excesivo nivel de activación) son típicas, aunque dependen mucho de la personalidad del sujeto. Un sujeto inseguro tenderá a dar respuestas de evitación y un sujeto pasivo será más propenso a emitir respuestas de resignación. En cualquier caso, está bastante aceptado que la frustración provoca un aumento del nivel de activación que a su vez genera que el sujeto emita sus respuestas más habituales, modulado por su aprendizaje. La frustración puede llegar a provocar trastornos del aparato digestivo o del sistema inmune y fijaciones mentales que pueden perdurar toda la vida.
Aunque durante muchos años se ha asociado la frustración con respuestas de agresividad, lo cierto es que no siempre van unidas. Entre los factores que influyen encontramos el nivel de activación del individuo, el historial de aprendizaje previo o incluso el nivel socioeconómico, donde aquellos con un nivel más bajo son más propensos a la resignación que a la agresión. Las reacciones de frustración son igual de intensas en todo el mundo, pero el aprendizaje ha hecho que en los países desarrollados las respuestas dadas sean, por norma general, reguladas y socialmente más aceptables.
En cualquier caso, la frustración provoca una notable reducción del rendimiento que puede afectar, no solo a la actividad que provoca la frustración, si no también a otras áreas de la vida del individuo.
Afortunadamente, la tolerancia a la frustración es fácil de entrenar si se conocen aquellos factores más determinantes para poder aumentar su capacidad. Aunque muy asociada con el término resiliencia, no hace referencia a exactamente lo mismo, puesto que la resiliencia es un término más amplio que engloba no solo la capacidad de resistir, si no también de salir reforzado de situaciones adversas.
Entre los aspectos que favorecen una elevada tolerancia a la frustración se encuentra un bajo nivel de emocionalidad y activación, el pensamiento racional y un estilo atribucional externo. La tolerancia al dolor físico y el apoyo social actúan como protectores ante la frustración, al igual que las técnicas de distracción como el mindfulness. Por último, cobra gran importancia la regulación emocional propia que haga el individuo y la búsqueda de nuevas fuentes de reforzamiento positivo.
Al igual que la frustración es algo innato, se debe empezar a trabajar en desarrollar la tolerancia a la misma desde que el individuo es un niño.
Aunque el deporte como transmisor de valores positivos es un excelente vehículo, siendo la tolerancia a la frustración uno más de los pasajeros, normalmente se asocia el rendimiento con un estilo atribucional interno que no solo no favorece dicha tolerancia si no que puede llegar a provocar elevados niveles de frustración que deberán ser manejados con ayuda profesional.
Como punto y final, una dinámica muy sencilla de realizar consiste en tratar de realizar nuestro día a día cotidiano mientras guardamos una moneda en uno de nuestros zapatos.

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